Por: Rolando Andrés López P.
Para nadie es un misterio la grave situación de daño ecológico que viene sufriendo el río Bogotá, que es el curso de agua más importante del departamento de Cundinamarca. Tiene una longitud de 380 kilómetros y una cuenca de 6.000 kilómetros cuadrados de área, en la que viven cerca de 9 millones de personas.
Lo que sí es, por lo menos sorprendente, es que a pesar de que la situación del río es una tragedia anunciada con bombos y platillos desde hace décadas, las autoridades nacionales, regionales y locales no hacen nada por comenzar a recuperar esta vital fuente hídrica del departamento.
Basta con ingresar a la página web de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) para ver que en ella el río tiene un lugar preponderante. En una infografía del sitio se estipulan cifras como la capacitación de 25.000 personas para la preservación de la cuenca; también se menciona la siembra de 120.000 árboles plantados para preservar las riberas del Bogotá; y por último, tal vez el dato más llamativo del documento, se estima que para el 2025 el río esté plenamente recuperado.
La realidad es otra. El pasado 26 de febrero de 2021 tres vecinos de la cuenca alta del río Bogotá, Carolina Tobón, Pablo Zuleta y Mauricio Franco, realizaron un minucioso recorrido desde un kilómetro antes de que el cauce entre a Villapinzón, hasta el sector de Santa Rosita, ubicado en la población de Suesca, ambos municipios pertenecientes al departamento de Cundinamarca.
El estudio realizado por los tres veedores ubicó en ese trayecto 23 diferentes lugares a lo largo del río Bogotá que presentaron serios indicios de contaminación por la acción humana. En el primer sitio de georreferenciación el río corre cristalino y limpio. Unos cientos de metros más abajo, cerca de entrar a Villapinzón, ya se evidencia el cambio del color del agua debido a elementos contaminantes.
Al ingresar al municipio el río sufre el impacto de la actividad humana de la población. Las construcciones urbanas no respetan la ronda del río y las basuras comienzan a ensuciar la superficie del curso de agua. Los vertimientos de aguas negras del municipio llegan por ambas riberas del río ensuciando su cauce.

Los veedores continuaron su recorrido saliendo de Villapinzón e ingresando a la zona donde están ubicadas las curtiembres. En esta parte el Bogotá se contamina aún más. De sus cristalinas aguas no queda nada. Ahora el cauce es turbio y comienza a desarrollar espumas en su superficie. El olor en las cercanías del río es nauseabundo y delata presencia de aguas negras que son vertidas descaradamente en su curso.
Cuando el río llega a Chocontá se evidencia que el tono de sus aguas tiene un tinte azuloso, probablemente producido por químicos o metales pesados que se utilizan en el curtido y tinturación de cueros. Una vecina del sector afirma que el río tiene peores momentos en los cuales no puede salir de su vivienda debido a los fuertes olores que emanan del Bogotá.
Es Chocontá la población que le asesta el golpe de gracia al río. En un punto la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) del municipio vierte sus aguas en el cauce. El problema radica en que realmente esas instalaciones no corresponden a una PTAR, pues no se limpian las aguas servidas que le llegan. Son solo unas piscinas de sedimentación que dejan reposar el líquido para que los sedimentos se depositen en el fondo. Las aguas siguen contaminadas con productos químicos y metales pesados.

El recorrido por el río continua hacia la población de Suesca. El Bogotá en ese transcurso lucha por limpiarse a sí mismo, pero son muchos los vertimientos y las basuras que lo matan. Apenas cuando le llegan las aguas limpias del río Sisga, que es uno de sus afluentes, puede tener un respiro. Solo para que más adelante Bogotá, la capital de Colombia, le dé el golpe definitivo de muerte a este agonizante curso de agua que recorre de nororiente a suroccidente el departamento de Cundinamarca.
Mauricio Franco es uno de los dolientes del río y uno de los participantes en la veeduría realizada por vecinos del río el pasado 26 de febrero. Franco, en sus propias palabras, profundiza en esta entrevista en podcast sobre la problemática del río Bogotá. Además, hace un llamado de urgencia para que las autoridades ambientales, los organismos de control, las administraciones nacional, departamental y municipales, por fin tomen conciencia del grave problema que amenaza el presente y futuro de la quinta parte de la población de Colombia.