Quienes han visitado los municipios de Tabio y Tenjo, en Cundinamarca, saben que ambas poblaciones comparten como cerro tutelar a la enigmática Peña de Juaica. Misteriosa porque las leyendas dicen que allí habita un mohán (ser de la mitología prehispánica) desde tiempos inmemoriales, que hay entierros, guacas y espantos en sus faldas, pero tal vez el mito más significativo es que allí son avistados Objetos Voladores no Identificados (Ovnis) con bastante frecuencia.
Tal vez debido a su misterio la Peña de Juaica es un sitio muy concurrido por los turistas, tanto nacionales como extranjeros. Además, suelen ir en plan de caminata, para hacer ciclomontañismo o con el fin de practicar rappel (descenso en roca) en su escarpada cara oriental.
Debido a tantas ‘visitas’ se ha roto el equilibrio ecoambiental de la zona. El camino por el que se sube está muy erosionado y se constituye en un riesgo latente para que sucedan accidentes. Las basuras se pueden observar a lado y lado del camino, aparte de la desconsiderada tala de árboles y otrs especies vegetales con el fin de ampliar el camino u obtener madera para hogueras.
Debido a esta grave problemática ambiental las administraciones locales de Tenjo y Tabio decidieron poner en práctica una política pública local denominada ‘La Peña de Juaica es de todos’. Esta iniciativa reconoce la mutua responsabilidad de las dos municipalidades en el cuidado de este patrimonio natural y compromete a los firmantes con el cuidado ambiental y cultural de esta serranía que delimita la Sabana de Bogotá.
Este compromiso con Juaica fue auspiciado en la cima de la peña por la alcaldesa de Tenjo, Sonia Patricia González Bernal, y por el alcalde de Tabio, Pablo Enrique Camacho. Tambipen asistieron miembros de ambos gabinetes municipales y representantes de la Policía, los Bomberos y la Defensa Civil.

Francisco Gaitán Junca, director del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Tenjo, dijo que “la Peña de Juaica fue el símbolo de encuentro entre Tabio y Tenjo y hoy lo estamos materializando. Yo soy un convencido de que con Subachoque podemos cuidarla. También es importante que estén aquí las autoridades cívicas, porque sin la comunidad no lo podemos hacer, los miembros de la comunidad son los primeros veedores de la peña”.
El misterio de Juaica
Los primeros habitantes de la región, los muiscas, tenían un particular respeto y adoración por la Peña de Juaica. De hecho de ahí viene el nombre de esta formación geológica. Los indígenas adoraban en su cima a la diosa Huaika. A ella le pedían prosperidad y felicidad familiar, pues ellos creían que del buen genio de la diosa dependía el crecimiento de sus cultivos de papa y maíz. Para los muiscas era señal de buen augurio que su cima estuviera coronada de nubes, pues anunciaba que el agua no faltaría y sus sementeras se verían regadas por las lluvias. Además, desde su cumbre podían avistar a sus enemigos que venían de occidente, los temidos panches.
Los colonos españoles y la comunidad mestiza de la región solían registrar con algo de miedo que en sus faldas se veían con mucha frecuencia ‘luces danzantes’. Para algunos estas eran señales de duendes o hadas, mientras que otros aseguraban que esos eran los espíritus de los indígenas muertos que cuidaban sus tumbas del saqueo que de ellas hicieran los vivos.
Ya en el siglo XX reportes de vecinos y turistas de la zona avisaron de la presencia de ovnis sobrevolando la montaña. Con el tiempo esos rumores se fueron generalizando y fueron aumentando las visitas a la Peña de Juaica con el objeto de poder observar algún ovni. Los ufólogos y otros expertos en fenómenos paranormales la bautizaron como ‘la Puerta de los Dioses’.